EL VELO EN LA MUJER

En este articulo se describe como debe ser el uso adecuado del velo en la mujer, ya que es un tema, que bajo el legado divino, corresponde al ministerio de la Iglesia de Dios aprender, enseñar y vigilar, a fin de no desviarse del mandamiento del Señor, provocando el rompimiento del orden espiritual.

Ministro James Hernández Fajardo

4/2/20249 min read

“Porque así también se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sujetas a sus maridos” (1ª Pedro 3:5)

INTRODUCCIÓN:

Cuando el apóstol escribió a la Iglesia de Corinto con respecto a este tema, dirigiéndose a los varones de la Iglesia les dice: “Y os alabo, hermanos, que en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones mías, de la manera que os enseñé” y les recuerda enseguida lo que nunca se debe olvidar, que de acuerdo a la decisión divina, existe un orden de autoridad que deberá respetarse

siempre, a saber: “Que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios, la cabeza de Cristo” (1ª Corintios 11:2, 3).

Por lo tanto, el uso adecuado del velo en la mujer, es un tema, que bajo el legado divino, corresponde al ministerio de la Iglesia de Dios aprender, enseñar y vigilar, a fin de no desviarse del mandamiento del Señor, provocando el rompimiento del orden espiritual, cayendo de nueva cuenta en la prevaricación de Adán.

Sirva el presente artículo, a ayudarnos a reflexionar sobre la importancia y necesidad que el velo encierra para que nuestras hermanas en la fe, sean aceptables a la vista de nuestro Dios.

“Ella entonces tomó el velo, y cubrióse” (Génesis 24:65)

Al hablar del uso adecuado del velo, no podemos pasar por alto la historia de Isaac (el hijo de la promesa), quien como tal, prefiguraba a Cristo nuestro Señor, y Rebeca, su mujer, como figura de la Iglesia, la cual se pone velo ante la presencia de su Señor. Lo impresionante del citado bíblico, es que ella no esperó a que su señor se lo ordenara, sino ella en sabiduría lo hizo para dar enseñanza a las hijas de Dios.

Muchos podrán objetar que era costumbre en la mujer de aquellos tiempos, ponerse velo frente al varón, sin embargo, el mismo citado del capitulo 24 de Génesis, echa por tierra dicha teoría, dado que también estuvo frente a Eliezer el mayordomo de Abraham y los hombres que con el iban, y Rebeca no actúo de la misma forma. 

También es importante resaltar la frase citada “Ella tomó el velo, y cubrióse.” Cuando Moisés en Génesis hace referencia al velo de Rebeca, no lo hace utilizando un artículo indefinido (un velo), sino más bien “EL VELO”, para mostrarnos así la singularidad de este, en comparación con las diferentes cubiertas que las mujeres del mundo usan como atavíos, llámense rebozos, chalinas, mantillas, pañoletas, chales, etc.). Aclarando lo anterior. Cubiertas para la cabeza de la mujer, hay muchas, pero velo conforme a la palabra de Dios, solo hay uno.

“Y os protestábamos que anduviéseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1ª Tesalonicenses 2:12).

Dado que el velo como práctica cristiana se está tomando muy a la ligera en la Iglesia de Dios, se hace necesario enseñar la forma correcta del uso del velo siendo insistentes a fin de no permitir que se filtren modas, costumbres o ideologías a lo que Dios ha mandado.

El velo habrá de usarse “como es digno de Dios”, considerando los siguientes aspectos:

1. Con honor- La mujer debe verse siempre cubierta con el conocimiento y la santidad de Dios; mostrando su piedad por doquiera que va. Nunca debe avergonzarse de su uso, sino al contrario, pues adorno de gracia es a su cabeza y corona de hermosura otorgada por Dios. (Proverbios 4:9).

2. Con reverencia. Que en la forma de usarlo se advierta su respeto a Dios.

3. Con humildad. Que el velo reflejé siempre la virtud de la hija de Dios. (1ª Corintios

4:20).

“El adorno de las cuales no sea exterior…” (1ª Pedro 3:3)

“El velo en la mujer” en ningún momento debe verse como un adorno exterior, más bien debe tenerse como señal de potestad, como una ordenanza dada por respeto a un orden espiritual, pero sobre todo, por respeto a Dios.

Tristemente en la actualidad, pareciera que se le está dando mayor prioridad al adorno, olvidando que la función principal del velo, esto es, a la que debe su existencia, es cubrir la cabeza de la mujer. (1ª. Corintios 11:5).

Esto no quiere decir, que el velo como tal no se pueda considerar como un adorno delante de Dios, pues el solo hecho de usarlo indica temor, obediencia, fe, santidad y un sinfín de virtudes que conjuntadas forman el mejor ornato espiritual.

El profeta Isaías, enlista una variedad de atavíos, que de acuerdo al escrito, no se utilizaban para presentarse delante de Dios, sino como artículos de adorno y vanidad de la mujer en aquellos días, presentándolos el profeta como instrumentos de soberbia, y no de santidad (Isaías 3:16), para efectos del presente tema resaltan las redecillas, las escofietas, los mantoncillos, los velos y los tocados, mismos que aun cuando las palabras del profeta fueron claras para el pueblo de Israel, en nuestros días no parecen serlo tanto para la Iglesia, pues siendo parte de la indumentaria del mundo, se están infiltrando de manera astuta dentro de nuestras congregaciones.

“Más no les aprovechó la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe” (Hebreos 3:2).

El escritor de los Hebreos, nos motiva a que retengamos firme nuestra profesión; que si hemos escuchado la voz de Dios, no endurezcamos nuestros corazones, para poder así entrar y permanecer en el reposo del Señor. Él describe como barreras que impiden la entrada a dicho reposo, provocando la ira de Dios; la incredulidad y la desobediencia, y dice que a nosotros también se nos evangelizó como a ellos, pero que no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe.

Es importante por consiguiente, enseñarle a la mujer lo peligroso que puede ser, el apartarse del mandamiento de Dios, ya que el uso del velo como mandamiento, es un asunto de fe, y por tanto no debe tomarse a la ligera, pues nuestro propósito al estar ante Dios, no es para desatar su ira, sino para hallar gracia delante de Él.

Utilizar el velo con fe, es usarlo de la manera debida, con reverencia y santidad, no permitiendo que las costumbres mundanas (sean de origen idólatra, cultural o social) determinen la forma y presentación de este, “modernizándolo” a su antojo.

“La mujer debe tener señal de potestad sobre su cabeza”. (1ª. Corintios 11:10)

El apóstol ahora presenta al velo como una señal, indicando con esto el sentido primordial que este tiene y así debe ser visto por todas las hermanas de la Iglesia, no como una “ocurrencia” o capricho del ministerio, sino como señal de potestad que indica su lugar en la creación y el motivo de la existencia de la mujer.

Es bueno hacer notar que el apóstol Pablo (en 1ª. Corintios 11), al hacer mención del velo y la importancia y necesidad de su uso, no alude al día en que Adán y Eva comieron del fruto prohibido y recibieron el castigo de Dios, sino que se remonta al día de la creación del hombre y la mujer, por tanto, la mujer no debe mirar en el velo el enojo, la sentencia o el castigo de Dios, porque no es así, por el contrario, en él se encuentra inmerso el amor y la misericordia de nuestro Creador.  Dios quiso en su misericordia, que el hombre no estuviera solo, y es allí precisamente cuando pensó en la mujer, a la cual formó del hombre y para el hombre, y Pablo dice que el hombre no habrá de cubrirse la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios, pero la mujer si, porque ella es gloria del varón.

Esta razón apostólica, muestra que las hijas de Dios habrán de usar el velo, no como un aditamento más de su vestido, ni para embellecimiento personal y lujo; sino como una señal de potestad, reconocimiento y aceptación de la voluntad de Dios.

Entonces el velo como señal, está por encima de la vanidad y de la moda.

“Enséñenles la costumbre del Dios del país” (2do Reyes 17:27)

El apóstol decía: “Con todo esto, si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre ni las Iglesias de Dios”. (1ª Corintios 11:16), y puesto que la costumbre de la Iglesia de Dios es, que la mujer use velo, es nuestro deber enseñarles la marcada diferencia que existe entre éste, el velo verdadero, y la multitud de artículos para cubrir la cabeza que abundan en el mundo e instruirles para que no se muestren opuestas a la voluntad de nuestro Dios.

En la visión de la zarza, Dios le dijo a Moisés: “…No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5).  No es con la cobertura que ellas prefieran. Dios quiere que, despojados de nuestra voluntad, nos sujetemos a sus mandamientos de forma plena, solo entonces podremos en realidad allegarnos a Él.

El velo, como prenda para a adoración a Dios, debe ser especial, atendiendo a las siguientes recomendaciones bíblicas.

1. Que cubra la cabeza (1ª Corintios 11:5). La palabra griega aquí utilizada es katakalupto que significa “Cubrir completamente, algo que cuelga, esconder.” El velo ha de ser lo suficientemente largo como para cubrir la cabeza, que es mandato de Dios. No es la espalda o el cabello largo lo que se tiene que cubrir, sino la cabeza. Es por ello que quedan fuera de la norma bíblica los “tapetes” o círculos tejidos que solo cubren la mollera, las redes o prendas tejidas que en realidad no cubren; o el manto, que siendo una de las prendas utilizadas en la antigüedad y aún en la actualidad por el mundo oriental, dieron pie a la carta a los Corintios a fin de no permitirlo en la Iglesia.

2. Que sea honesto (1ª Timoteo 2:9). El velo como tal, deberá ser apropiado a la función que tiene, sencillo, sin salirse de lo decente, sin ser provocativo; es por ello que se hace conveniente cuidar aun sus colores, forma y estilo. La casa de Dios es el lugar destinado por Él, para su alabanza y adoración, y nunca un lugar para la exhibición de modas.

3. Con vergüenza (1ª Timoteo 2:9). Esto es, con pudor y con celo. No atendiendo a las modas y costumbres del mundo, sino al mandamiento de Dios; recordemos que cuando Adán y Eva se vieron desnudos, se cubrieron con hojas de higuera, pensando que así cubrían su desnudez, pero a los ojos de Dios seguían desnudos, hasta que Él los cubrió con la vestimenta que Él consideró adecuada. La mujer, al igual que Adán y Eva, no deberá cubrirse con el paño de su preferencia, sino con la cubierta que reúna las características de Dios.

4. Con modestia (1ª Timoteo 2:9).

El velo debe resaltar la humildad de la mujer delante de Dios, es por ello que el apóstol dice: “no … con vestidos costosos”. La hija de Dios es llamada para alejarse totalmente de la vanidad, pero si no quisiera hacerlo, deberá entender que el velo bíblico, al no formar parte de su indumentaria cotidiana, sino de los vestidos de salud y de justicia otorgados por Dios, no está en posición de alterarlo o sustituirlo, pues en dado caso esto correspondería solamente a Dios.

5. De espíritu agradable (1ª Pedro 3:4). No inclinado a la presunción, ni con el fin de llamar la atención o marcar diferencias entre una y otra hermana, recordando que en todas las cosas Dios nos llama a la unidad y dice “sean todos de un mismo corazón”. El estar todas las hermanas cubiertas con el mismo velo, es un llamado a la igualdad y a la unidad en Él, y esto a fin de cuentas es lo que agrada a Dios.

6. Pacífico (1ª Pedro 3:9) Quieto, no alborotador o escandaloso, ordenado. Recuerde que el velo también refleja la presencia de Dios, cuando este es acorde a su voluntad.

7. Santo (Salmos 93:5) No conforme a este mundo, sino conforme a la voluntad de Dios (Romanos 12:2).

Este artículo es una pequeña aportación que se espera, contribuya en poco o en mucho a la erradicación de las atrevidas costumbres que pretenden corromper el santo mandamiento de nuestro Dios, apelando a su limpia conciencia delante de Dios para que luchemos en forma unida y conjunta por la defensa de la palabra que nos ha sido confiada.

“Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, (dijo el apóstol Pablo) esto haced; y el Dios de paz será con vosotros.” (Filipenses 4:8, 9).